La otra noche salí a pasear por
la ciudad y terminé en la casa de una amiga. Cuando llegué, me encontré con dos
amigos suyos y me quedé un rato conversando. Uno de ellos, cuarentón y amante
de las mujeres adineradas, me contó sobre una mujer a la que había conocido
horas antes. "No me gustó, tenía una actitud muy independiente... Hablaba
mucho, y a mi me gustan las mujeres sumisas". Sí, usó la palabra "sumisas". Fue
como si esas palabras se hubiesen adueñado del momento, impidiéndome pensar en
nada más.
Al volver a casa, seguía pensando
en lo mismo, y me preguntaba si las relaciones no se basan en algún punto en un
acercamiento estilo presa/cazador, quizás con roles fijos o no, pero siempre
manteniendo la idea de cazar una presa o de dejarse atrapar. Y si la idea de
sentir que la ciudad no es más que una selva llena de animales disfrazados de
seres racionales es un poco decepcionante, mucho más lo sería lo que sentí al
llegar a la dolorosa conclusión de que los caballos salvajes quizás corramos el
peligro de vivir en la más amarga soledad. Acaso la libertad cuesta tan cara? O
es más caro el precio a pagar por una compañía?
Ahora entiendo muchas cosas. Esas
dulces parejas en realidad no son más que una presa llevada de la mano de un
cazador hábil, y los anillos de compromiso esposas invisibles que atan a esos
animales domesticados, diciendo "esto es mío, no te atrevas a mirarlo". Pobres
caballos salvajes, destinados a galopar eternamente por los prados de la
soledad! Condenados a muerte por las miradas compasivas de esas presas más
afortunadas que nosotros, felices y plenas bestias domesticadas.
Quizás el error sea pensar que la
domesticación es la llave de la felicidad, o la única alternativa posible. Los
caballos salvajes podemos unirnos entre si y galopar eternamente por los prados
de la libertad. Sólo es cuestión de mirar alrededor para saber si hay otro
caballo salvaje sin rumbo fijo, para sonreírle e invitarlo a galopar juntos un
rato. En definitiva, para nosotros el amor a la libertad es más grande que
cualquier otra cosa.