enero 18, 2012

Rompecorazones

La calle está llena de hombres. Siempre me digo eso cuando sufro algún desengaño. Así como se va un hombre de mi vida, sé que llegará otro de la misma manera y se quedará un tiempo o durará lo que un suspiro. Si nada es eterno en este mundo, incluso nosotros, ¿Por qué vamos a seguir creyendo que el amor puede ser para siempre?

La ciudad está llena de rompecorazones. Los vemos en las esquinas, en los bares, sentados frente a una persona que llora desconsoladamente. Quizás pueden estar siguiéndote ahora mismo, para enamorarte y luego... romperte el corazón! No es fácil su oficio, es decir, hay que nacer para ser un rompecorazones. Hay que tener ese encanto tan particular, esa dedicación para estar siempre al acecho, con las palabras justas para enamorar a sus presas.

Saben qué es lo más cómico de todo esto? Que todos hemos roto un corazón alguna vez. Sabiéndolo o no, queriéndolo o no, sufriéndolo o gozándolo. Porque todo lo que hace sufrir a una persona, hace gozar a la otra. Pero, así y todo, jamás nos conformamos con ser sólo una presa.

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