abril 29, 2010

Conexiones

Buenos Aires es una ciudad que tiene tres locales de ropa por cada desilusión y cuatro o cinco casas de comida rápida por cada corazón roto. Será que siempre buscamos la solución en el lugar equivocado?
Caminando por Santa Fe, entre tantos cuerpos y tantas carteras y tantas bolsas, todos parecemos un poco menos solos de lo que realmente estamos. Pero si usted mira bien podrá encontrar pequeños abismos marcando caminos entre cada cuerpo y esos caminos están cuidadosamente decorados por prejuicios y palabras envenenadas que impiden todo tipo de contacto. Los cuerpos erguidos firmemente combatiendo el semblante depresivo y las miradas dirigidas hacia el frente, con superioridad, intentando ocultar esa sensación de no saber hacia dónde ir.
Más allá de considerar a la soledad y otras características de la especie humana como posibles respuestas, no entiendo cuál es el maldito problema que tienen los hombres que conozco en lo que a conexión respecta, siguiendo un determinado patrón de comportamiento que pasa por cuatro momentos: amabilidad excesiva acompañada por un molesto entusiasmo, sexo, palabras de cortesía y distanciamiento prolongado. Es como si algunas personas necesitaran un adaptador para poder conectarse con otros. Pero, cuando hablamos de dos personas y no de un electrodoméstico, es posible conectar sea como sea?
Algunos piensan que es imposible encontrar a esa otra mitad que nos complementa, otros viven probando conectar constantemente, creyendo que así será más sencilla la búsqueda. Yo siempre llevo un adaptador en el bolso para conectarme un rato cada tanto, y quizás así en algún momento me de cuenta de que en realidad no hacía falta nada para ensamblar.

abril 22, 2010

Uno por Uno

A veces pienso en todo lo que puede llegar a disparar en la mente la palabra "soledad". Miedos, suposiciones, dudas, alivios, todo depende del contexto en que se encuentre la soledad. Pero, realmente estamos solos en algún momento de nuestras vidas?
Si escucho a quienes me rodean, encuentro diferentes puntos de vista, obviamente.

Hay quienes dicen que, al fin y al cabo, en este mundo estamos solos. Hay un momento en el que nos encontramos solos, y tenemos que hacernos cargo de nuestras decisiones sin que nadie pueda hacer nada. Es que mi vida es mía, y soy yo mismo quien puede enfrentarse a los demonios que genera mi cabeza...
O
tros, en cambio, creen que jamás estamos completamente solos, ya que en todo momento hay alguien o algo que llena nuestros momentos. También es cierto. Y también es verdad que podemos estar rodeados de gente y sentirnos solos. Es complicado...
Mas allá de todos los puntos de vista y de todos los pro y los contra, me siento a gusto con la soledad. Convivo bien con ella. Porque a veces es un precio a pagar por la libertad, pero... Será demasiado caro, tal como dicen siempre?
No la busco ni le huyo, simplemente sé cuando me toca compartir momentos con ella. Entonces me dispongo a pasar un momento juntos, hasta que alguien más la reemplace y ese "Uno por Uno" se convierta en "Uno más Uno".

abril 15, 2010

Viste Cuando No Hay Onda?

La razón por la cual no estoy todo el tiempo en "la onda" como mis queridos "colegas", haciendo cualquier cosa con tal de simplemente "estar". La razón por la cual a veces estoy aquí y a veces doy vueltas por otros mundos que saben conocerme sin preguntarme nada. La razón de todas las razones existentes: la onda. Sin ganas no se llega a ningún lado y las cosas no se pueden hacer porque sí. Sólo las hago cuando siento que es el momento y cuando sé que mis energías me permiten dar lo mejor de mí, sino es inútil.

Es imposible llevar a cabo las cosas cuando no hay una conexión que permita que se concreten. Y todo tipo de relación implica eso: conexión. Pero, más allá de eso, somos nosotros quienes creamos la intención necesaria para la conectar. Entonces, cuando decimos que "no hay onda" estamos refugiándonos en una excusa o es que realmente no podemos hacer nada al respecto?

Como sea, todo nos lleva a la idea de la onda. Y no hay nada peor que hablar con una persona cuando no existe el más mínimo interés. Porque implica un gran esfuerzo al que por nada del mundo queremos someternos.
Y es mucho mejor hacer las cosas que sentimos, y en el momento en que las sentimos.

abril 01, 2010

La Puerta del Medio

Salgo de casa para ir a visitarla. Asombrosamente, llego unos minutos antes, con lo que odio esperar. Ahora que lo menciono, recuerdo que antes esperaba más, no me molestaba hacerlo, pero ahora decidí llegar sobre la hora y que me esperen a mi.
En fin, luego de ver a una decena de pacientes psiquiátricos en pleno ataque de histeria causado por la falta de stock de medicamentos, decido preguntarle al cuasi inexistente recepcionista si la doctora estaba atendiendo, antes de que esos locos decidan canjearme por unos ribotriles. Minutos más tarde, cuando mi paciencia era una especie en extinción, se abre la famosa puerta "2" y sale de ella una chica bastante excedida de peso que apenas podía pasar por el pasillo (y no exagero). Espero a que la señorita en cuestión termine de deslizarse por el pasillo, mientras mi autoestima subía a pasos agigantados y mis fantasmas pseudo anoréxicos quedaban aplastados por ese centenar de kilogramos. La doctora me saluda diciendo: "es todo un tema que esta chica pase por la puerta", mientras nos disponemos a comenzar con la puesta en escena semanal. Me siento en la silla negra, a veces cruzado de piernas, a veces con las manos sobre las rodillas. O cruzado de brazos, todo depende de la ocasión. Saco una Halls de mora de mi bolso y mientras saco una pastilla comienzo con un "Y yo, bueno..." que es todo un preámbulo semanal para arrancar una charla en donde ratifico que mi locura y la locura del mundo a veces pueden estar conectadas.