abril 29, 2010

Conexiones

Buenos Aires es una ciudad que tiene tres locales de ropa por cada desilusión y cuatro o cinco casas de comida rápida por cada corazón roto. Será que siempre buscamos la solución en el lugar equivocado?
Caminando por Santa Fe, entre tantos cuerpos y tantas carteras y tantas bolsas, todos parecemos un poco menos solos de lo que realmente estamos. Pero si usted mira bien podrá encontrar pequeños abismos marcando caminos entre cada cuerpo y esos caminos están cuidadosamente decorados por prejuicios y palabras envenenadas que impiden todo tipo de contacto. Los cuerpos erguidos firmemente combatiendo el semblante depresivo y las miradas dirigidas hacia el frente, con superioridad, intentando ocultar esa sensación de no saber hacia dónde ir.
Más allá de considerar a la soledad y otras características de la especie humana como posibles respuestas, no entiendo cuál es el maldito problema que tienen los hombres que conozco en lo que a conexión respecta, siguiendo un determinado patrón de comportamiento que pasa por cuatro momentos: amabilidad excesiva acompañada por un molesto entusiasmo, sexo, palabras de cortesía y distanciamiento prolongado. Es como si algunas personas necesitaran un adaptador para poder conectarse con otros. Pero, cuando hablamos de dos personas y no de un electrodoméstico, es posible conectar sea como sea?
Algunos piensan que es imposible encontrar a esa otra mitad que nos complementa, otros viven probando conectar constantemente, creyendo que así será más sencilla la búsqueda. Yo siempre llevo un adaptador en el bolso para conectarme un rato cada tanto, y quizás así en algún momento me de cuenta de que en realidad no hacía falta nada para ensamblar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo mejor es funcionar autónomamente a pilas