julio 16, 2010

DEBUTANDO...

Había una vez un chico que hablaba todo el tiempo. Hacía preguntas, reclamaba cosas que creía justas, respondía como le daba la gana y ni siquiera su madre (quien más de una vez habrá pedido que la tierra se la trague luego de las contestaciones del niño) podía controlarlo del todo.
El niño siguió creciendo, y cada vez se preguntaba más cosas: Por qué las personas actúan de determinadas maneras? Por qué existe el egoísmo? Para qué estás con una persona si la engañás?... El niño, ya siendo un hombre, se enamoraba de las personas equivocadas. Corría al que se iba, mientras ignoraba al que se acercaba. Es que en esta vida nadie nos enseña cómo debemos actuar. Eso se aprende solo, a fuerza de aciertos y desaciertos.
Ese chico pedía siempre algún regalo, pero no era el tipo de regalos que todos pedían: pedía que le regalaran una guitarra, un tecladito, cosas que le sirvieran para disfrazarse. En las reuniones familiares llamaba la atención y siempre encontraba la manera de "comprarse" a quienes estaban presentes.
El niño jamás fue un escritor ni un cantante. Mucho menos músico. Simplemente, se le ocurrían cosas y encontraba la manera de darles vida. Desde perfumes extraños, hasta dibujos, poemas, relatos, canciones... Odiaba el coro! No quería cantar Sui Generis y faltaba a las presentaciones porque le daba vergüenza tener que cantar eso ante toda la escuela. Tampoco quería cantar canciones de Lerner. Pero un día se dio cuenta de que podía poner en práctica lo que aprendía en el coro, pero con Virus, Los Abuelos de la Nada, The Doors y otras bandas que le gustaban. Así empezó con catorce años a cantar sobre los discos todos los días, a toda hora.
Si a ese chico de catorce años le decían que a los veinticuatro iba a estar tocando con una banda sus propias canciones, no sé que hubiese pensado. Hoy, sale de adentro mío para manifestar su más profunda alegría.


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