diciembre 31, 2008

La Ira del Diciembre Personal

Cerrar etapas es lo más complicado que existe en la vida. Tener la conciencia de que algo termina y ya las cosas no serán iguales genera una sensación de angustia, pánico, obsesión. Cuando no va más una relación con una persona y nos damos cuenta de que nos hace mal, decidimos cortar por lo sano pero eso no es fácil emprender ese camino que va desde la decisión hasta la acción. Porque siempre quedan nostalgias de lo vivido, y también porque siempre queda un afecto.
Por qué “el diciembre personal”? Porque se puede hacer una analogía entre el fin de una relación y el fin de un año. Ambas traen aparejados sentimientos encontrados como la felicidad por lo que vendrá, la angustia por lo que se va, la sensación de que el fin de año y el fin de una relación son cambios inevitables (el primero regido por el calendario y el segundo por las circunstancias). Pero hay una emoción que sobrevuela todo esto: la ira. En todo balance siempre hay alegría (o al menos conformidad) por las cosas que salieron bien, e ira por aquellas que no salieron como esperábamos. Y preguntas: “En qué fallé?”, “Por qué no se dio como quería?”...
Científicamente hablando, siempre una revolución significa cambios, crecimiento y el reemplazo de un paradigma por otro que pueda responder a más interrogantes. No se puede comparar al campo emocional con la ciencia, pero digamos que una revolución en nuestra cabeza también nos lleva a cambiar y a crecer. Dejamos atrás algunas relaciones para entablar otras que quizás puedan hacernos sentir mejor.
Quizás por ser diciembre, quizás porque muchos estemos viviendo nuestros “diciembres personales”, pero son inevitables esa ira, esa angustia, esa ansiedad. Es que la vida sigue y no nos permite detenernos para pensar en los cambios, los vamos experimentando en el campo de práctica...

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