septiembre 09, 2009

La Sartén, el Mango y las Quemaduras de Tercer Grado

A veces me pregunto si es malo que, teniendo veintitrés años y viviendo en una ciudad que goza de un aparente destape gay (y una consecuente libertad sexual) como lo es Buenos Aires, estoy a las tres de la mañana tomando un té de frutos rojos mientras escribo esto. Puede que sea un rebelde sin causa, un hombre fiel a sus principios que se niega a hacer algo porque si, o simplemente un boludo más que no sabe aprovechar las oportunidades que se le presentan.
En todo esto hay algo que es ciento por ciento real: en una relación siempre hay uno que pudo agarrar la sartén por el mango y tiene el control, mientras que el otro queda flotando en el aceite hirviendo. Por qué estaré solo? Será que cuando veo la sarten me quedo buscando una manopla y, al ver que otro tomó el mango, me niego a quedar en el otro rol y prefiero la nada misma? Dadas las complicaciones que trae cualquier tipo de relación, siento que he manejado desastrosamente todas las que he mantenido, duren lo que duren. Pero los problemas son de a dos. Entonces, por qué el papel del "loquito" me toca siempre a mi? Incluso cuando un hombre dice que no puede estar conmigo porque soy "inteligente", "maduro" o "independiente" para él, o cosas por el estilo, me pregunto entonces si Einstein la habrá puesto alguna vez. O con aquellos que tienen un gran problema sexual y tienen tremendo trauma con el hecho de intimar.Tampoco es que cuestión de andar por la vida ligero de cascos pero... Por qué un tipo con el que te das un regio revolcón no sirve para ser tu pareja o al menos para seguir viéndolo? Si el sexo es una parte importante, qué mejor que haber probado a esa persona y saber que lo hace bien? Ni hablar del plano de las fantasías, cuando parece que contarlas fuera un pecado. Y lo malo es no saber fantasear señoras y señores!
Yo nací para agarrar el mango, y bien fuerte! El de la sartén, claro está. No sirvo para nadar en aceite hirviendo, como un Romeo moderno y abnegado que todo lo hace por amor. Ya lo hice y sólo me llevé de souvenir un buen patadón y quemaduras de tercer grado. Ahora estoy en otra etapa: necesito un hombre que venga y se juegue, que haga cosas que no espero, que me sorprenda! Merezco tener ese capricho. He dicho!
A veces me pregunto si es malo estar a estas horas de la noche tomando un té de frutos rojos. Y me respondo a mi mismo: No lo es...